martes, 17 de abril de 2012

Carta de Calímaco a su hermana Circe


Querida hermana,

    Perdona la tardanza pero ya no vivo en la corte. Uno de mis espías interceptó la misiva y se encargó de hacérmela llegar. El rey decidió que me quería a mi también lejos del palacio y no tuve más remedio que trasladarme al palacete de Fisburg, pero estoy lo suficientemente cerca, como para mantenerme bien informado a diario de todo lo que allí acontece. Siento decirte que desde tu ausencia las cosas allí han cambiado mucho. Para empezar el príncipe Rainiero hace y deshace a su antojo en la corte, como si hubiera ya heredado en vida a su padre. Mandó venir a su hermana Elisabeth, que se ha instalado de nuevo en ella con toda su familia. También viven ahora en palacio la estirada de su tía Isabel con las ñoñas de sus tres hijas y además su impertinente prima Alexia.
    Aparte de eso, se ha encargado de rodearse de toda una corte de ministros religiosos y meapilas como consejeros. Te puedes imaginar el aire de puritanismo e hipocresía que se respira allí. Hasta a la embajadora de Wickedness, mi amada Lady Amok, la obligan a escuchar misa todos los días. Tu hijo y sobrino mío, Denys, se encuentra a salvo conmigo. En cambio, Felipe mucho me temo que caiga su educación en alguno de esos santurrones y lo alejen por siempre de ti. También tengo noticias de tu querido examante, el embajador de Grohölm. Günter escribió al rey solicitándole permiso para ausentarse en su puesto durante unos meses, ya que al parecer se ha casado con la violinista y se encuentran disfrutando de su viaje de novios por el reino de Grohölm. En cuanto a nuestros embajadores oscuros, Sir Ludwig de Borness, Zenón de Andobales y Gustav de Frionte se hallan demasiado ocupados con sus líos de faldas, como para preocuparse por nada. Y las embajadoras de Nueva Gaia y de Wickedness parecen temer al rey y han dejado de lado la causa oscura de momento en beneficio propio. Adonia es la única que me ha prometido escribir a SAM, informándole de tu situación y la urgencia del asunto. Solo nos queda esperar, mi querida hermana. Te sacaremos de allí y esas monjas lo pagarán caro. Te lo prometo. Mucha fuerza.

                                                                                                            Calímaco

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